Estos psicotrónicos créditos dan inicio a uno de los minoritarios sexploits producidos por
La historia es la del recurrente personaje femenino del exploit que opta por el camino de la venganza. En su caso desde una total desinhibición carnal, pero absoluto puritanismo sobre las drogas. El cual le viene dado por la inmersión de su hermana (una china con permanente!) en el mundo de la prostitución y de la heroína, a la que le arrastraron las mafias locales.
Toda esta pulsión vengativa se presenta con la fuerza que es debida en su inicio, donde nuestra protagonista, cual mantis religiosa, embauca en discos a camellos, a los que ataca en pleno coitos interruptus con una curiosa pulsera navaja -la que jamás da en su objetivo-, dando pretexto al festival de modestas contusiones coreografiadas made in HK, que marcan ese hecho diferencial de producto de
Pero como era de esperar, lo que parece plantearse como una perfecta correlación de castraciones eróticas hasta llegar a la cúpula de los narcos, se va desinflando en una trama policiaco mafiosa poco distinguida. A la que se le suma un maltrecho triangulo amoroso entre la protagonista, un político de dudosa reputación, y un amigo de la infancia –curiosamente policía- que intenta avisarle de que no es agua clara.
El generador de toda la icónica que rodea a la película, y lo que la termina sustentado, es su tramo final. El que da inicio tras que la protagonista se infiltre en una casa de lenocinio, en donde pretendía eliminar al jefe mafioso, el que ávido de parafilias sadomasoquistas con su nueva concubina, la acabará descubriendo. Presa de unos verdugos que intentan violarla, consigue escapar de la situación haciéndose la inconciente en el momento en el que le inyectan azúcar en vez de heroína -de un alijo que ella misma había dado el cambiazo-. A partir de ahí, y posiblemente por el pelotazo de sacarosa que le da el chutazo, comienza una masacre de sicarios y poses con una recortada de padre y muy señor nuestro, al mas puro estilo Coffy o Thriller: A Cruel Picture. Terminado en una calma tensa en la vuelta al hogar, donde pilla por banda a su amante haciéndole los cuernos. Traicionada, desechada y con todo el globo glucémico encima, lo finiquita arrastrándolo desde el dormitorio hasta el balcón, a bases de tiros y caras desencajadas.