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WATARI NINJA BOY

No solo de de la Toho vivía la psicotronía sesentara japo. La Toei fue una de esas productoras que intentó dar respuesta a los incesantes kaijus y derivados, perpetrados en su mayoría por Ishiro Honda. La que a falta de titanes radioactivos y demás, se dedicaba hacer sapace operas con monstruitos de regustillo cincuentoso usamericano o soviético –muchas dirigidas por Kinji Fukasaku, a las que deseo hincar el diente-, y contrapuntos de épicas fantásticas como esta Watari, que a que negar que es un caso muy especial.

La historia de Watari –que creo significa algo así como mercenario ninja- está basada inicialmente en un manga de Senpei Shirato –que irónicamente se cagó en todo al encontrarse con una adaptación despojada de toda su rudeza-, el que a su vez se basó en la historia/leyenda de los Ninjas de Iga, que resumiendo fue una escabechina de siglos entre ninjas bajo el auspicio y traición del shogunato.

Historia que ha sido trasladada al celuloide con infinidad de adaptaciones -la mas reciente la tan aburrida como sobria Shinobi-, de las que entre todas –con la excepción- me quedo con la dominical Shogun's Ninja, del pinky violento Norifumi Suzuki ni mas ni menos. Donde salía el protagonista de Ringu de primera comunión, a lo brucelee-flashdance-protorambo, y un Sonichi Chiba como mas malo que la quina a la par que coreógrafo, que hasta hace un guiño a la pasión por estrujar órganos reproductores que le hizo famoso en Street Fighter.

Watari –a lo que íbamos- es un niño pequeño pero matón, que vive tranquilamente con su abuelo en la periferia, y que tras enterarse del genocidio ninja que se avecina, decide irse a la aventura y vérselas con todo tipo de peligros bizarros. Para ello cuenta con un flequillo a lo emo, un surtido variado de técnicas Ninjutsu, una flauta que le permite teletransportarse y un hacha para abrir cabezas -o lo que se tercie- con la que acojonará tanto a un gato de dos pisos como al ronin místico mas talludito del lugar.

La estética maravillosa, como de live action retro, consigue llevarnos a una regresión que sugestiona desde la fantasía multicolor toda esa fascinación que tenemos atrofiada, por cultivo o por edad. Un destajo de recursos artesanos del ayer, como fotogramas superpuestos, fondos lisérgico-tradicionalistas, luminiscencias épicas, alucinantes duelos con extravagantes guerreros yokais, fusiones con animación de toda la vida y hasta una escena musical!

Algo genuinamente delicioso a lo que es muy difícil hacerle justicia con palabras –por eso me enrollo con sinsentidos, para poder poner mas capturas y quede bonito, que aquí el adorno es el texto, no se engañen-. Fíjense que servidor la proclama ya como película de cabecera junto a Diabolik, Los 5000 dedos del doctor T o Hausu. Una maravilla de cojones que si es persona debe ver, vaya.