
La colección de Sonny Chiba nos está trayendo las épocas mas dulces suyas y del mas entrañable cine de yakuzas de explotación. Porque esta Yakuza Deka poco tiene que ver con los filmes de yakuzas de los años cincuenta y sesenta, que eran mucho mas formales y deudores del polar francés, e incluso de trabajos coetáneos como los de Fukasaku, que se preocupaban de elaborar mucho mas el tejemaneje de las organizaciones que la acción pura y dura, la que aquí se nos ofrece sin complejos, en parte por una captación de un nuevo publico que miraba mas hacia productos como los de la Shaw.

De ahí que Shinici Chiba llegase a ser la respuesta japonesa, erigiéndose como el tollinero oficial en su país. Es decir lo primordial en estas películas siempre es la figura Chiba, en este caso como socarrón y simpaticon policía infiltrado de una organización yakuza, con la que por supuesto acabará, entre unas ensaladas de tiros náuticos y aéreos y tumultos de hostias con reverberación, que comienzan a idelizar la hiperviolencia.

Pero curiosamente estas presentes influencias Hong Kongnesas han ido de vuelta también. Fíjense que las de triadas que proliferaron en los noventa brillan por su ausencia en los setenta, a diferencia que el persistente cine de gangs japo, que cuenta con tres decadas de sustento dorado con fromalismos y estetica de mucha simlitud. Pero es que ademas esta contiene una secuencia que perfectamente podría ser de ese estilizado cine HK de acción, con un cara a cara, que da lugar a un tiroteo a cámara lenta con poses de contorsionista marcadísimas, y el que para rematarlo, finaliza con el protagonista con su amado enemigo entre los brazos, en una de esas situaciones sumamente filogays con las que tanto le gustaba envolver a sus personajes a John Woo.

De todas formas decir que esta Yakuza Deka no tiene cosas del cine clásico de yakuzas seria mentir vilmente, porque tiene varias. Sobretodo sacadas del cine de Suzuki, que para que engañarnos, al ser un director excesivamente moderno para su época, esta inevitablemente en todas partes. Desde usos de la iluminación, los encuadres o los contrastes, a escenas como las de Chiba haciendo de francotirador o el momento en que se encuentra al sicario en casa con intención de matarlo, tienen claras remiscencias suyas y en los ultimos casos a Branded to Kill.

Pero tampoco se le deben negar otras virtudes propias, y es que la escena en que descontextualizan un duelo chambaristico en su ejecución, en donde se retan con pistolas subidos uno en un Jeep y otro en un Buggy, con una rosa en la boca cada uno, la que termia en ambos casos desojada con ese toque de golpe de gracia samurai, es la inclasificablemente mítica de un filme que ya es consciente del tramiento de los yakuzas como iconos pop.